El cáncer de pene es raro, con alrededor de 2200 casos y 460 muertes en los Estados Unidos y tasas más altas en regiones como América del Sur. El papilomavirus humano (HPV), en especial los tipos 16 y 18, tiene un papel en la etiología. Otros factores de riesgo incluyen balanitis, falta de circuncisión, infecciones de transmisión sexual (en particular HIV/sida y HPV), mala higiene y consumo de tabaco. Las lesiones premalignas incluyen la eritroplasia de Queyrat, la enfermedad de Bowen y la papulosis bowenoide. La eritroplasia de Queyrat (que afecta al glande o al interior del prepucio) y la enfermedad de Bowen (que afecta el cuerpo del pene) progresan a un carcinoma epidermoide invasor en el 5 a 10% de los pacientes; la papulosis bowenoide no parece hacerlo. Las 3 lesiones tienen manifestaciones clínicas y efectos biológicos diferentes, pero histológicamente son casi iguales; puede llamárselas más apropiadamente neoplasia intraepitelial o carcinoma in situ.
La mayoría de los carcinomas epidermoides se originan en el glande, en el surco coronal o debajo del prepucio. Por lo general, comienzan como una lesión eritematosa pequeña, que puede estar confinada a la piel durante mucho tiempo. Estos carcinomas pueden crecer hasta convertirse en fungiformes y exofíticos o ulcerativos e infiltrativos. Este último tipo produce metástasis con más frecuencia, generalmente en los ganglios linfáticos inguinofemorales superficiales y profundos, y en los ganglios pelvianos. Las metástasis en sitios distantes (p. ej., pulmones, hígado, hueso, cerebro) son raras hasta las etapas avanzadas de la enfermedad.
La mayoría de los pacientes consultan por una úlcera que no se cura, una induración leve de la piel o, a veces, un crecimiento verrugoso o purulento. La úlcera puede ser superficial o profunda, con márgenes elevados. Muchos pacientes no notan el cáncer o no consultan rápidamente. El dolor es infrecuente. Los ganglios linfáticos inguinales pueden agrandarse debido a la inflamación y la infección secundaria.
Biopsia
Si se sospecha un cáncer, se requiere biopsia (por punción con aguja gruesa, incisional o escisional); si esto es posible, debe tomarse una muestra del tejido debajo de la lesión. Las imágenes por TC o RM ayudan a estadificar un cáncer localizado, ya que muestran la invasión de los cuerpos y evalúan los ganglios linfáticos.
Por lo general quirúrgica
El cáncer de pene infiltrante no tratado progresa y suele causar la muerte en 2 años. Si se trata en forma temprana, en general puede curarse.
El tratamiento tópico con 5-fluorouracilo o imiquimod y la ablación con láser son eficaces para las lesiones superficiales pequeñas. La radioterapia (braquiterapia o radioterapia externa) puede considerarse como monoterapia o en combinación con cirugía y quimioterapia. La circuncisión se realiza debido a lesiones del prepucio. Se prefiere la escisión amplia para lesiones recurrentes o en pacientes que no pueden realizar un seguimiento fiable. La cirugía de Mohs, cuando esté disponible, puede realizarse en lugar de una escisión amplia.
Las lesiones invasivas y de alto grado requieren una resección más radical. La penectomía parcial es adecuada si el tumor no puede extirparse completamente con los márgenes adecuados, y deja una parte del pene que permite la micción y la función sexual. Se requiere penectomía total (radical) para las lesiones infiltrantes grandes. Si los tumores son de alto grado o invaden el cuerpo cavernoso, es necesario el vaciamiento ganglionar (linfadenectomía) ilioinguinal bilateral. Si se sospecha una enfermedad bilateral con ganglios positivos, una adenopatía unilateral voluminosa o adenopatías pélvicas, se recomienda quimioterapia antes del vaciamiento ganglionar. El papel de la radioterapia en estos cuadros no se ha establecido. Para los cánceres invasores avanzados, el tratamiento paliativo puede incluir cirugía y radioterapia, pero es poco probable que se logre la curación. La quimioterapia para el cáncer avanzado ha mostrado un éxito limitado. La terapia dirigida y la inmunoterapia utilizada para los cánceres epidermoides de cabeza y cuello pueden resultar útiles en pacientes con cáncer de pene, pero no hay estudios definitivos que respalden su uso en la práctica clínica habitual.
Las medidas que pueden ayudar en la prevención incluyen la circuncisión al inicio de la vida, la higiene a largo plazo en hombres no circuncidados y la vacunación recomendada contra el papilomavirus humano (HPV) en adolescentes.